¿Qué tienen en común Barbazul, un héroe de videjuegos o un príncipe azul?

Todos hacen uso de la violencia legitimada y no cuestionada basada en su poder sobre las mujeres y otros hombres, devaluando y oprimiendo a las mujeres y a aquellos hombres que no encajan con el modelo hegemónico de masculinidad.

Los cuentos, las películas, los videojuegos son medios de socialización desde los cuales se transmiten valores, habilidades o creencias que vamos aprendiendo de forma inconsciente y que, tradicionalmente, nos han encasillado en modelos y roles diferentes de feminidad y de masculinidad.

Así como los relatos dirigidos a las niñas se han basado en la abnegación de “ser para el otro”, tener la necesidad de competir por ser bonitas, dulces, agradables, la maternidad o el amor, a los niños los relatos han ido en una dirección totalmente opuesta:

A los niños se les ha invitado a desarrollarse en el ámbito público, moverse, ocupar el espacio y vivir todo tipo de aventuras vinculadas a la competitividad y al uso de la fuerza y la violencia. Ideas basadas en el poder, la jerarquía y el control de la masculinidad sobre la feminidad.

 

Desde una edad muy temprana los niños reciben muchos mensajes de cómo adquirir este poder y cómo ejercerlo sobre los territorios y otras personas. Son muchas las  historias que construyen un mismo relato de los hombres basados en la competitividad, en la constante superación de pruebas y en la represión de las emociones. Cualquier síntoma de vulnerabilidad puede ser aprovechado por el enemigo.

La máscara del superhéroe no puede mostrar ninguna grieta.

Es así como son muchos los relatos que dibujan una idea de los hombres que los niños ven, viven y sienten desde pequeños.

 

¿Qué consecuencias tiene este modelo para los niños y hombres?

Las consecuencias son la socialización de los niños hacia un modelo de obligado cumplimiento y poco abierto a cambios o alteraciones. Formar parte de éste puede resultar asfixiante, frustrante y agotador. Reprimir la propia sensibilidad y la ternura en pro de una supuesta fortaleza y un permanente estado de alerta de aquel guerrero siempre preparada para mostrar su virilidad, no debe ser fácil.

Muchos de los referentes de los niños tienen la competitividad, la fuerza y la valentía como a elementos troncales, y son referentes tan cotidianos que hacen que la violencia se filtre gradualmente, de forma naturalizada y normalizada. De esta forma, acabamos asociando a los niños con un tipo de conducta donde no pueden dar alas a su potencial afectivo porque es sinónimo de vulnerabilidad.