8 de marzo, salimos del cuento

Tenemos miles de razones para salir del cuento, no un día, sino todos los días del año. Porque cada día mueren mujeres en manos de hombres. Porque millones de mujeres en el mundo sufren violencia por el hecho de vivir en la pobreza, por razones de género y etnia. Porque alrededor de un 80-90% de los asesinatos de mujeres  son cometidos por hombres. Y las matan por abuso sexual, por acoso sexual, por violaciones, porque quieren ejercer poder y control sobre ellas, porque creen que son de su propiedad, por cuestiones de género. En definitiva, por ser mujeres.





Hace años que desde el feminismo se está trabajando para estudiar, hacer visible y a combatir la violencia machista. Sin embargo, es difícil disponer de datos cuantificables por la normalización e invisibilización de la gran parte de expresiones de violencia machista y porque existen muchos estereotipos y juicios sociales alrededor de esta violencia.

Equívocamente, la violencia sexual se relaciona automáticamente con un impulso o un hecho sexual. Estas ideas erróneas impiden entender este fenómeno como un problema estructural. Debemos desvincular esta violencia con esta idea porque su finalidad no es sexual, sino que está relacionada con el poder, la dominación y el castigo.

Por suerte, el movimiento feminista ha conseguido romper con la normalización y el tabú de la violencia machista. Una lucha incansable a través de manifestaciones de apoyo a víctimas de violaciones, los movimientos #MeToo o #Cuéntalo y las huelgas del 8 de Marzo de los últimos años han conseguido situar el problema de las violencias machistas en el centro.

Todos estos cambios pueden generar consciencia de la vulnerabilidad que padecemos las mujeres en una sociedad patriarcal, pero, a la vez, ha servido para empoderarnos. El conocimiento, la toma de consciencia y el empoderamiento femenino son pasos importantes para ir eliminando la violencia machista.




Los espacios de poder y la violencia en el espacio público

La desigualdad y la jerarquía entre hombres y mujeres u otros colectivos no se darían sin el uso de la violencia, implícita o explícita, disimulada o ejercida.

Niña preadolescente, inocente e ingenua que va sola por el bosque con ropa llamativa

Espacio público poco iluminado que puede ser percibido como un espacio peligroso

Hombre fuerte y astuto que engaña a las mujeres para conseguir sus propósitos

El uso que hacen las mujeres del espacio público es un elemento más de coacción y limitación de la libertad de movimiento. En esta historia, la protagonista se desvía del aprendizaje, quiere descubrir otros caminos, disfrutar de la naturaleza, coger flores. Es su pequeño momento de autonomía en el mundo exterior, aunque en la historia esta exploración es presentada como un riesgo evitable para el personaje:

Son mensajes que han recibido y reciben constantemente las niñas y las chicas. Mensajes que limitan su independencia y su libertad de movimiento.

El trágico final de la historia de Caperucita Roja es el castigo social, el castigo a su ingenuidad y al no sometimiento de las normas sociales. Esta respuesta colectiva es también la respuesta social a las agresiones que sufren muchas mujeres, basadas en justificar al agresor y en responsabilizar a la mujer de su conducta: por su ropa, por salir de noche, por ir por caminos desconocidos y poco iluminados, por hablar con desconocidos, por haber compartido unas fotografías de carácter sexual, etc. En definitiva, por ser mujer.

Igual que le ocurre a Caperucita Roja, fuera de la protección que ejerce la casa sobre las mujeres existe un peligro amenazante y resuenan en las mentes de las chicas las palabras de la madre de Caperucita:

"¡No vayas por determinados caminos! No son seguros.”

La arquitecta y activista social por los derechos humanos y por los derechos de las mujeres Ana Falú dice:

El hecho de que el espacio público reproduzca las lógicas y los dictados del patriarcado supone para las mujeres que se viva como algo alieno, hostil, con miedo, con inseguridad y con límites de todo tipo. Esto hace que no puedan disfrutar de un espacio donde construir su identidad y ejercer sus derechos y su ciudadanía, sino que ha prevalecido la hostilidad y el temor. Un temor transmitido a lo largo de la historia, donde niñas, chicas y mujeres han recibido constantes mensajes que vinculan la inseguridad con el espacio público y la posibilidad de sufrir agresiones en la calle por parte de “extraños”.

Este 8 de marzo, seguimos reivindicando para conseguir la libertad, tal y como la entendía Nina Simone: