Es muy habitual la creencia de que

“los hombres que cometen asesinatos machistas o violaciones son enfermos mentales”.

Sin embargo, una enfermedad mental no es un factor desencadenante de violencias machistas como sí lo es una educación machista.

Los datos aportados desde las Ciencias Sociales nos siguen corroborando que esta creencia es totalmente errónea:

Solamente el 5% de los maltratadores machistas padecen alguna enfermedad mental, y en el caso de los agresores sexuales, el porcentaje es del 1%. En el caso de los homicidas, solamente llega al 5 por mil. De hecho, el mayor riesgo de violencia se produce en la población que no tiene una enfermedad mental, tal y como concluía un estudio Dr. E. Elbogen de U. Carolina del norte en 2009.

Un estudio de Harvard Review of Psychiatry concluyó que solamente  3% y un 5% por ciento de los actos violentos son atribuibles a enfermedades mentales.

La abogada penalista especializada en violencias machistas, Carla Vall, explica

“Esta creencia actúa como un tranquilizante social acientífico que se usa para estigmatizar a las personas que tienen patologías psiquiátricas que jamás van a cometer ningún delito”.

Pero, ¿por qué tendemos a pensar que quién comete una atrocidad machista es porque tiene alguna enfermedad mental?

Por varias razones. En primer lugar, como comenta la abogada penalista, necesitamos vivir en un entorno que sea previsible. En este sentido, todo lo que no lo es, nos genera inseguridad y, automáticamente pensamos:

“¿Cómo ha podido ocurrir semejante atrocidad? ¿Debía estar loco para cometer algo así!”.

Por su parte, la periodista y escritora Nuria Varela explica que:

Lla percepción de ver al hombre que ejerce violencia de género como un enfermo mental o un monstruo, nos evidencia cómo es de difícil concebir que la persona que ejerce violencia pueda estar perfectamente integrada en la sociedad. El hecho de considerar a la persona que maltrata como enferma, inculta y solo presente en algunos casos aislados hace que se derive el problema al ámbito privado o intrafamiliar, a su invisibilización, a su ocultación, y que no se trate como algo que nace de las relaciones desiguales de género”.

No obstante, quienes ejercen la violencia machista son personas que han interiorizado ideas machistas, porque las consideran objetos de su propiedad o se ven con el derecho a ejercer su poder contra ellas por el hecho de ser mujeres.

Migue Lorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada y Médico Forense, especializado en violencia de género y Bioética, lo expresa de esta forma:

“el agresor no es ningún enfermo sino una persona que va construyendo la violencia y que no surge de manera espontánea, sino que está basado en las referencias culturales que utiliza para obtener una posición de dominio”.

Detrás de un asesinato o agresión sexual, como los perpetrados contra Sonia Carabantes, Diana Quer o las jóvenes de Alcásser o contra cualquier mujer que ha sido asesinada por su pareja o expareja, no hay un problema de salud mental. Cuando cualificamos a estos individuos que cometen una violación o un asesinato machista como “locos”, lo que estamos haciendo es estigmatizar y dañar a las personas que tienen alguna enfermedad mental. Pero, insistimos, es muy poco probable que cometan un tipo de violencia así.

Porque si trasladamos un problema tan arraigado en nuestra sociedad a causas individuales de un individuo “que está loco”, a que “debe tener una enfermedad mental”, nos libramos de conocer lo que realmente está pasando. Lo que hacemos es trasladar la responsabilidad de esta atrocidad al individuo y, de esta forma, no nos enfrentamos a la realidad, porque es demasiado dura para aceptarla, ya que nos hace conscientes de lo que realmente ocurre: este individuo puede ser una persona de nuestro entorno más cercano como un amigo, un vecino, un hermano…. Pero es más fácil y cómodo situar la culpa en un individuo concreto que hacernos cuestionamientos incómodos que tienen su origen en la sociedad. Porque es más fácil decir que estos individuos son “monstruos” y tranquilizarnos, que aceptar que son personas bien reales, cercanas, de carne y hueso.

Psicólogo Jorge Freudenthal:

“No están enfermos, no es esquizofréncio, no tiene trastono bipolar ni una enfermedad mental. El machismo es una ideología, y una forma de pensar, que lleva a comportarte de una forma determinada. Si lo entendemos como enfermedad nos vamos a centrar más en el individuo, y no en los cambios que hay que hacer a nivel social para que este individuo y los de su alrededor vayan cambiando su forma de relacionarse”.

La periodista Ana Bernal Triviño dice:

“explicar los asesinatos machistas o violaciones como una enfermedad nos aleja de su principal causa: el machismo. Y el machismo es una clara vulneración de derechos humanos que se produce y se reproduce desde la cultura y la educación”. Por este motivo es mucho más difícil resolver.

Según la escritora y periodista Nuria Varela,

“los maltratadores son hombres normales que han interiorizado a la perfección el modelo masculino tradicional, que concibe a sus parejas como objetos. Vemos en demasiadas ocasiones como el imaginario predominante es que la persona violenta acostumbra a tener problemas psicológicos o mentales, procedentes de familias desestructuradas, con alcoholismo, drogadicción, etc. Este imaginario erróneo es una forma de aislar el problema, de evitar la responsabilidad social y de considerar la violencia de género como casos puntuales productos de ambientes marginales, y no un hombre fruto de la cultura patriarcal y presente en todos los estratos de la sociedad”.

En conclusión, la enfermedad mental no incrementa sino que reduce la violencia. Si una persona  va a ser asesinada, es mucho más probable que su asesino no sea un enfermo mental y, en el caso de que esté frente a un enfermo mental, la probabilidad de que sufra un daño es mínima.